SEMILLAS DE ESPIRITUALIDAD JOSEFINA. Publicación mensual del Centro Internacional Josefino-Marelliano. Febrero de 2022
- Acogida
- Oración inicial
- Tema del Mes:
En el ambiente acogedor de la Familia de Nazart, Jesús madura su vocación
“Los Evangelios, en su sobriedad, no relatan nada acerca de la
adolescencia de Jesús y dejan esta tarea a nuestra afectuosa meditación. El arte,
la literatura, la música recorrieron esta senda de la imaginación. Ciertamente,
no se nos hace difícil imaginar cuánto podrían aprender las madres de las
atenciones de María hacia ese Hijo. Y cuánto los padres podrían obtener del
ejemplo de José, hombre justo, que dedicó su vida en sostener y defender al
niño y a su esposa —su familia— en los momentos difíciles.”
(Papa Francisco. Audiencia general. Plaza de San Pedro.
17 de diciembre de 2014)
El Papa Francisco, en la Audiencia General del 17 de diciembre de 2014,
inició una serie de catequesis sobre la familia, y esto poco después de la
conclusión del Sínodo Extraordinario sobre las Familias (octubre de 2014). En
la ocasión, el Papa nos recordó que Jesús comenzó su misión redentora en una
familia, mostrando así la importancia de la familia en los planes de Dios.
“Podría haber venido de manera espectacular”, pero “quería nacer en una
familia humana, que él mismo formó”, dijo el Papa. Veamos:
“La Encarnación del Hijo de Dios abre un nuevo inicio en la historia
universal del hombre y la mujer. Y este nuevo inicio tiene lugar en el seno de
una familia, en Nazaret. Jesús nació en una familia. Él podía llegar de manera
espectacular, o como un guerrero, un emperador… No, no: viene como un hijo
de familia. Esto importante: contemplar en el Belén esta escena tan hermosa.
“Dios eligió nacer en una familia humana, que Él mismo formó. La formó
en un poblado perdido de la periferia del Imperio Romano. No en Roma, que
era la capital del Imperio, no en una gran ciudad, sino en una periferia casi
invisible, sino más bien con mala fama. Lo recuerdan también los Evangelios,
casi como un modo de decir: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1, 46).
Tal vez, en muchas partes del mundo, nosotros mismos aún hablamos así,
cuando oímos el nombre de algún sitio periférico de una gran ciudad. Sin
embargo, precisamente allí, en esa periferia del gran Imperio, inició la historia
más santa y más buena, la de Jesús entre los hombres. Y allí se encontraba esta
familia”. (Papa Francisco. Audiencia general. Plaza de San Pedro. 17 de diciembre de 2014)
En la misma ocasión, el Papa Francisco nos recordó que Jesús eligió
permanecer treinta años en la Familia de Nazaret, y que pudiera parecer que
Jesús “perdió treinta años” estando allí tanto tiempo, pero que en realidad “Él
quiso esto”, y que “eso no era un desperdicio” de tiempo ni de esfuerzo por
parte de Jesús: la familia es muy importante en los planes de Dios. Escuchemos
al Papa Francisco:
“Jesús permaneció en esa periferia durante treinta años. El evangelista
Lucas resume este período así: Jesús «estaba sujeto a ellos [es decir a María y a
José]. Y uno podría decir: «Pero este Dios que viene a salvarnos, ¿perdió
treinta años allí, en esa periferia de mala fama?». ¡Perdió treinta años! Él quiso
esto. El camino de Jesús estaba en esa familia. «Su madre conservaba todo esto
en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante
Dios y ante los hombres» (2,51-52). No se habla de milagros o curaciones, de
predicaciones —no hizo nada de ello en ese período—, de multitudes que
acudían a Él. En Nazaret todo parece suceder «normalmente», según las
costumbres de una piadosa y trabajadora familia israelita: se trabajaba, la
mamá cocinaba, hacía todas las cosas de la casa, planchaba las camisas… todas
las cosas de mamá. El papá, carpintero, trabajaba, enseñaba al hijo a trabajar.
Treinta años. «¡Pero que desperdicio, padre!». Los caminos de Dios son
misteriosos. Lo que allí era importante era la familia. Y eso no era un
desperdicio. Eran grandes santos: María, la mujer más santa, inmaculada, y
José, el hombre más justo… La familia”.
(Papa Francisco. Audiencia general. Plaza de San Pedro.
17 de diciembre de 2014)
En la misma ocasión, al comentar cómo vivió Jesús su adolescencia y
juventud, el Papa completa su enseñanza: Jesús no “desperdició treinta años”,
los aprovechó y “Jesús cultivó en esos treinta años su vocación para la cual lo
envió el Padre. Y Jesús jamás, en ese tiempo, se desalentó, sino que creció en
valentía para seguir adelante con su misión”. Escuchemos al Papa:
“Ciertamente que nos enterneceríamos con el relato acerca del modo en
que Jesús adolescente afrontaba las citas de la comunidad religiosa y los
deberes de la vida social; al conocer cómo, siendo joven obrero, trabajaba con
José; y luego su modo de participar en la escucha de las Escrituras, en la
oración de los salmos y en muchas otras costumbres de la vida cotidiana. Los
Evangelios, en su sobriedad, no relatan nada acerca de la adolescencia de Jesús
y dejan esta tarea a nuestra afectuosa meditación. El arte, la literatura, la
música recorrieron esta senda de la imaginación. Ciertamente, no se nos hace
difícil imaginar cuánto podrían aprender las madres de las atenciones de María
hacia ese Hijo. Y cuánto los padres podrían obtener del ejemplo de José,
hombre justo, que dedicó su vida en sostener y defender al niño y a su esposa —
su familia— en los momentos difíciles. Por no decir cuánto podrían ser
alentados los jóvenes por Jesús adolescente en comprender la necesidad y la
belleza de cultivar su vocación más profunda, y de soñar a lo grande. Jesús
cultivó en esos treinta años su vocación para la cual lo envió el Padre. Y Jesús
jamás, en ese tiempo, se desalentó, sino que creció en valentía para seguir
adelante con su misión”.
(Papa Francisco. Audiencia general. Plaza de San Pedro.
17 de diciembre de 2014)
Tomando el ejemplo de la Sagrada Familia, el Papa Francisco nos enseña
sobre la importancia de la intimidad con Jesús para que nazcan y maduren las
vocaciones; y que la familia tiene una misión muy importante en el
discernimiento y maduración vocacional de sus miembros, especialmente de los
jóvenes y adolescentes. Escuchemos al Papa:
“Cada familia cristiana —como hicieron María y José—, ante todo, puede
acoger a Jesús, escucharlo, hablar con Él, custodiarlo, protegerlo, crecer con
Él; y así mejorar el mundo. Hagamos espacio al Señor en nuestro corazón y en
nuestras jornadas. Así hicieron también María y José, y no fue fácil: ¡cuántas
dificultades tuvieron que superar! No era una familia artificial, no era una
familia irreal. La familia de Nazaret nos compromete a redescubrir la vocación
y la misión de la familia, de cada familia. Y, como sucedió en esos treinta años
en Nazaret, así puede suceder también para nosotros: convertir en algo normal
el amor y no el odio, convertir en algo común la ayuda mutua, no la
indiferencia o la enemistad. No es una casualidad, entonces, que «Nazaret»
signifique «Aquella que custodia», como María, que —dice el Evangelio—
«conservaba todas estas cosas en su corazón» (cf. Lc 2,19.51). Desde entonces,
cada vez que hay una familia que custodia este misterio, incluso en la periferia
del mundo, se realiza el misterio del Hijo de Dios, el misterio de Jesús que viene
a salvarnos, que viene para salvar al mundo. Y esta es la gran misión de la
familia: dejar sitio a Jesús que viene, acoger a Jesús en la familia, en la persona
de los hijos, del marido, de la esposa, de los abuelos… Jesús está allí. Acogerlo
allí, para que crezca espiritualmente en esa familia. ”.
(Papa Francisco. Audiencia general. Plaza de San Pedro.
17 de diciembre de 2014)
- Reflexión e Intercambio
Comparte las palabras del Papa Francisco: “Esta es la gran misión de la
familia: dejar sitio a Jesús que viene, acoger a Jesús en la familia, en la persona
de los hijos, del marido, de la esposa, de los abuelos… Jesús está allí”. - Compromiso del mes
Oremos para que las familias descubran su importancia en el cultivo de
las vocaciones, como nos ha guiado el Papa Francisco: “…Por no decir cuánto
podrían ser alentados los jóvenes por Jesús adolescente en comprender la
necesidad y la belleza de cultivar su vocación más profunda, y de soñar a lo
grande. Jesús cultivó en esos treinta años su vocación para la cual lo envió el
Padre. Y Jesús jamás, en ese tiempo, se desalentó, sino que creció en valentía
para seguir adelante con su misión ”. - Oración final.
